Textos

Nostalgia in crescendo.

Si en algún momento, de esos insignificantes, en tu corazón se cuela el recuerdo de nosotros, por favor, detente.

Yo estaré esperando, anhelante, un descarrilamiento de tus pensamientos cotidianos, para que bajes, durante unos instantes, al andén donde el tiempo no existe, y una vez más me mires a los ojos, me sonrías, me aprietes fuerte contra tu pecho envolviéndome en tus brazos, y me susurres, “no pasa nada, amor, yo estoy contigo”. Y después me abraces por la espalda, lentamente, sin tiempo, y pronuncies una vez más en mi oído, “sólo a ti te lo he dicho: te quiero”, para volver a sentir que el mundo se eriza en mi piel y todo, todo es perfecto.

Vuelve a por mí, una vez más. Te necesito amar con el amor de dos sin objetivo, sin respuesta. Sólo miradas, piel, labios y serenidad. Y tiempo, mucho tiempo. 

Ven urgentemente, amor, que estoy muy sola. 



Graciela Bárbulo


—Relato corto.

—Narrador: Segunda persona.
—Tono: Poético.

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Una vida en la yema de los dedos.



De nuevo, una noche más, atrapada en el abismo de su mente. 

El pasado, en este presente, configuraba un futuro incierto. El terror se llamaba crisis de pánico. La soledad era frío en los huesos y dolor en las mandíbulas. 

Pero había un presente previo, aquel de luz, risas, inconsciencia y logros cumplidos sin duda. Todo era logrado por aquella chica que no dudaba que sería así. Todo. ¿Sería esa la clave? ¿Sería la realización un proceso que se deslizaba ante los sentidos cuando no invadía su fluir el obstáculo de la duda?

¡Cuántas veces había visto tan claro su deseo, sin interferencias! Tantas como lo había logrado convertir en realidad. No había sido consciente, pero ahora advertía que esa era la diferencia entre aquel tiempo y este; esa era la clave. 

Así que cogió el portátil y, tal y como estaba la habitación, fría y sin luz, lo colocó sobre la manta que cubría sus rodillas mientras se incorporaba colocando un almohadón tras su espalda, y comenzó a escribir. 

Estaba claro. Se trataba de buscar un encuentro con la liberación de aquel crudo proceso que estaba viviendo en su mundo emocional. Y, aún más, de provocar un encuentro con una buena entrada a otro mundo maravilloso. Un mundo que pudiera dar soporte a quien se había demostrado tanto tiempo antes que era ella, donde pudiera desplegar sus mejores sonrisas, sus más ardientes vivencias. En fin, donde sentirse viva. 

Unas noches atrás se le había ocurrido la idea de desplazar mentalmente la visión de su anhelo actual hacia el pasado, provocar la sensación de que había avanzado en el tiempo respecto del logro, de forma que todo aquello ya habría sido superado, con la finalidad de averiguar qué cambiaría si pudiera realizarse el desenlace. Pero se perdió en la búsqueda de una identidad para posicionarse en el objetivo, y el proceso de visualización se diluyó. Ahora haría lo de siempre, escribir, pero imprimiría a sus textos un único objetivo: una solicitud. Era fácil, como escritora, descubrir lo difícil que resulta seguir un guión, cuando las teclas comienzan a danzar, para plasmar un argumento. Por lo tanto, en este caso sería el propio texto el que se definiría a sí mismo. No había guión, sólo un punto de partida y un final. Ese era todo el esquema con el que contaría aquello que podría convertirse en una novela, un relato o.. ¡quién sabe! Y qué más daba. No iba a ser algo escrito por ella a través de sus manos, sino algo escrito para ella a través de sus manos. Así que, en total oscuridad, con la única luz de la pantalla y la ilusión, los dedos comenzaron a machacar las teclas, una tras otra, a veces más deprisa, a veces a trompicones. Alguna vez, simplemente, parando y regalando a la imaginación una imagen para pedir ayuda. 

Todo era perfecto. Un nuevo proyecto. ¿Un texto? ¡No!, una vida. Una vida desde la cual salir de la vida a su tiempo y amablemente. 




Graciela Bárbulo




—Relato corto.
—Narrador: Omnisciente.
—Tono: Intimista.

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Mátame

Mátame.
Si yo te mato, siempre estarás vivo mientras viva. 
Mátame, amor.
Necesito que mueras, y no puedo matarme.



Graciela Bárbulo



—Poema corto.
—Narrador: Interno protagonista..
—Tono: Romántico.


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Siempre y en todo lugar



Se había puesto el vestido rojo, el de la cremallera a la cual él acudía en cada ocasión para subirla desde su cintura hasta el centro de sus omóplatos. 


“Yo sé que tú estás aquí conmigo. No sé dónde, dónde es aquí. Pero en los sagrados momentos en que siento tu presencia, me abalanzo suavemente hacia esa sensación. No creas que revivo escenas de otro tiempo. No. Me permito fluir en tus sentidos, que crean, poco a poco, las vivencias olvidadas, los fragmentos recreados en nuestras palabras sin sonido, antiguas, fabricadas de miradas y caricias.  

Entonces, abandono mi presente y me diluyo en la lenta explosión del germinar de esos momentos ya sembrados, y la sensación onírica va dando lugar a la creación de un universo en el que tú y yo somos el eje.  

Luego nos adentramos en ese lugar de promesas cumplidas y, dejándonos llevar por sus leyes, nos reencontramos, aportando cada vez un nuevo retazo de realidad, siendo testigos de la fusión sin tiempo en la realización de cada proyecto inacabado…”


Fue inevitable cerrar los sentidos al exterior, y volver a conectar con su esencia y el deseo reprimido de realizar todas las expectativas nacidas de cada momento en que se convertían en Uno. 

Tras capear la explosión de su mente inconsciente, viajando en dirección a una realidad que reclamaba pertenecer a un pasado, y al sentir la ausencia de tiempo y la distancia de la vida o la muerte, quedó en silencio, de nuevo, tranquila.

La falda de su vestido desabrochado se derramaba por el sofá, desde su cuerpo tumbado hasta el suelo. 

Nada que sentir. Silencio absoluto, paz infinita. 

Mas de la nada emergió el reverso del sueño, la pieza que dotaba a su anverso de sentido y lo trasmutaba en algo distinto para luego convertirse, juntos, en un todo. 

Y, sin escuchar, oyó su voz, sin mirar vio su sueño y sin sentir percibió su presencia:


“Te espero, amor, en la estación de nuestro sueño que nunca alcancé, mientras construyo, desde este lugar sin espacio ni tiempo, la realidad que quiero vivir de nuevo contigo, para seguir adelante en lo que no te supe prometer, lo que nunca te dije, pero soñaba mientras acariciaba la geografía de tu cuerpo con las manos impregnadas de proyectos. 

Quizá las consciencias no lo saben todo, pero la vibración de nuestra piel tiene grabada una historia de amor sin final, sin origen, en dimensiones aún sólo intuidas.  

Y tal vez cada historia tenga un final, pero hasta que no resurjan los recuerdos de nuestro tacto, no habrá final para todas sus posibilidades. 

Porque yo sé que tú estás siempre conmigo. No sé cuándo, cuándo es siempre. Pero en los sagrados momentos en que sienta tu presencia, me abalanzaré suavemente hacia esa sensación, y viviremos cada final infinito de nuestro relato en un lugar y un tiempo comunes.  

Te espero, eternamente, en nuestro onírico mundo…” 


— En Ciudad Oniria… —pronunció.

De nuevo, silencio. Se incorporó, se frotó los ojos y miró a su alrededor. Nada había cambiado pero todo era distinto. Se puso en pié, subió la cremallera de su vestido, se miró al espejo y se descubrió. Acababa de nacer, pero no era ya la que reflejaba ese espejo. 

Se giró, y una sonrisa involuntaria escapó de entre sus labios. 

Abrió la puerta y salió de casa, cerrando tras de sí un pasado de inconsciencia y dolor. Y se dirigió a la fiesta.



Graciela Bárbulo


(Relato ganador del premio "Ciudad Oniria")


—Relato corto.
—Narrador: Omnisciente.
—Tono: Místico


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En ninguna parte


—No me espera nadie en ninguna parte. 

El amor es algo muy serio. Él lo sabía. Cuando me lo dijo, lo hizo mirándome a los ojos, quieto, con semblante firme y, sin apartar la vista, esperó mi reacción. 

Entonces, comencé a caminar. El me siguió. Nos metimos en el coche y conduje hasta casa. No me lo había pedido, me lo estaba ofreciendo. 

En el recorrido, mi concepto de él, de mí, del amor, cambió. La pasión se había convertido en algo diferente a lo que había concebido hasta entonces. Ya no era algo tenso, ni lánguido, ni afectado. Era emoción acumulada, compartida; sabiduría, creación. Y ahí estábamos los dos, respirando al mismo ritmo, uno al lado del otro, camino de nuestro encuentro. 



Graciela Bárbulo



—Microrrelato.
—Narrador: Interno Protagonista.
—Tono: Íntimo





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